Madrid 650 by Francisco Umbral

Madrid 650 by Francisco Umbral

autor:Francisco Umbral [Umbral, Francisco]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1996-01-01T00:00:00+00:00


LAS GALLARDAS DE BLAS, ya se ha dicho, quizá, son unas gallardas místicas, prolongadas y visionarias. Blas ve muchas mujeres en cada gallarda: todas las que no ha poseído.

Muy de mañana, Blas ya está partiendo leña. ¿De dónde saca la leña Blas y para quién la parte? Esto no se sabe bien, ni a nadie le importa, pero los vecinos acuden a por la leña que Blas da gratis (Blas no tiene sentido del dinero), y luego le pagan en hospitalidad y agua caliente.

Los golpes del hacha de Blas partiendo la leña son el despertador matutino de la gente de la Hueva, un golpeteo alegre de tarea que les anima a todos a tirarse de la cama, siquiera sea para salir a la puerta de la calle y sentarse al sol. Blas corta leña, mayormente, por hacer ejercicio, porque necesita quemar energías, que no todo se le va a ir en gallardas o gayolas, de modo que se ha pasado la noche recogiendo ramas perdidas por el campo, y ahora las trocea para sus vecinos.

Después de lo de la leña, Blas da de comer a los gatos, en un desmonte de la Hueva, gatos peliverdes, azules, rojos, gatos color guante, violentos gatos salvajes y dulces gatas grises y blancas. Blas guarda de la comida que le dan en todas partes, para sus gatos, y a las siete de la mañana ya están todos en el desmonte con las orejas en pico y el rabo en interrogación, maullando. Blas se sienta en el suelo y va sacando envoltorios de comida y despojos para los gatos. Blas habla con los gatos, rojito, malo, punkita, puta, y se ve que los gatos le entienden y ronronean como asintiendo a sus palabras, mientras la comida dure.

Los gatos quizá tienen menos dignidad de lo que parece. O más cinismo.

Estos días, Blas anda ocupado, como tantas veces, en repintarle una moto a Jerónimo, que ya le ha fabricado una matrícula artificial, pero verosímil, para que pueda bajar a Madrid con la máquina. Las motos, Jerónimo suele levantarlas de Capitán Haya, seguramente se ha dicho aquí, porque le tiene vicio a esa zona y porque sabe que el ladrón, como todo artista, trabaja mejor en terreno conocido. Por otra parte, Jerónimo se acuerda mucho del día en que vio a Pepa Flores, antes Marisol, abandonada de su hombre, o sea el Gades, salir a la compra con la criada, el rostro bello y borrado, como una virgen malagueña del XVIII que ha perdido el estofado (estas precisiones las hace el cronista y no Jerónimo, naturalmente), y los pechos grandes y caídos, dulce y resignadamente caídos, los pechos que Jerónimo hubiese amado toda una vida.

Pero los hombres y las mujeres que tenían que encontrarse nunca se encuentran. Se encuentran otros en lugar de ellos. Blas está ahora con la rayita roja de la moto, muy fina y a todo lo largo, y el momento glorioso de su día es cuando Jerónimo sale de la renfe, hacia las ocho



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